Antiguamente, cuando un desarrollador de videojuegos quería usar coches de la vida real en sus productos, tenía que pedir permiso al fabricante y licenciarlo, pagando muchas veces por ello. Pero parece que las cosas están cambiando.El ejemplo del Nissan Skyline GT-R debería ser suficientemente manifiesto. Tratándose de un coche que se había comercializado casi en exclusiva en Japón, tras su aparición estelar en la serie Gran Turismo, millones de jugadores empezaron a adorar esta máquina nipona, hasta el punto de que esta fue una de las razones para que Carlos Goshn se planteara distribuir el nuevo GT-R alrededor de todo el globo.
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